viernes, 9 de octubre de 2009

El Medico para ricos y el médico revolucionario, Comandante Che Guevara…

Vi rodar dos lágrimas por las mejillas de Juanita, soldada y médica comunitaria, con el dolor de una joven revolucionaria que se indigna ante las injusticias, vengo a rendirte honores, Comandante.

hasta siempre Comandante!!
Se cumple otro aniversario de tu asesinato, Che. Un balazo en la quebrada del Yuro te hace prisionero y luego te ajustician en la Higuera, donde te hicieron eterno. Abandonaste tu cuerpo sobre aquella batea de colegio con tu mirada abierta para acompañarnos siempre. Vi rodar dos lágrimas en las mejillas de Juanita, una soldada médica comunitaria, lloradas con el dolor de una mujer revolucionaria que se indigna ante las injusticias y vengo a rendirte honores con su pureza y con su compromiso de ser como tu les enseñaste, en el aniversario de tu muerte.
Mario Terán, el soldado que recibió la orden de asesinarte relata tus últimos momentos:
“Dudé 40 minutos antes de ejecutar la orden. Me fui a ver al coronel Pérez con la esperanza de que la hubiera anulado. Pero el coronel se puso furioso. Así es que fui. Ése fue el peor momento de mi vida. Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: «Usted ha venido a matarme». Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: «¿Qué han dicho los otros?». Le respondí que no habían dicho nada y él contestó: «¡Eran unos valientes!». Yo no me atreví a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido el Che podría quitarme el arma. «¡Póngase sereno —me dijo— y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!». Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto.”
Ya estabas vivo, luminoso, eterno, hasta siempre, comandante.
En mi patria se celebra además del día del Guerrillero Heroico, es decir tu día y el de todos los que mueren como tú, se celebra el día del médico comunitario, en honor a todos aquellos militantes del ejercito que nace en nuestras patrias con un uniforme glorioso de batas blancas y que anda por los más recónditos lugares de nuestras tierras, dándole salud y atención a los más olvidados y pobres, siguiendo tu ejemplo.
La ELAM y el Batallón 51, escuela y graduados de la medicina revolucionaria celebran también su día junto a ti en Venezuela. No sólo dan la lucha por llevar la salud a las fronteras, a los indígenas, a los olvidados campesinos, dan la lucha por devolverle la ética a la medicina, se enfrentan a los traficantes de pastillas, de inyecciones, de consultas, a los que convirtieron la medicina en un negocio que lucra con el sufrimiento y con la muerte de las mujeres y los hombres humildes. Chocan y son detestados por los estudiantes y los doctores burgueses que lucen sus diplomas como un pasaporte a la distinguida vida adinerada, como un título para rentar, para ejercer la medicina en tacones altos,

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